“bienpensantes”.
Este nuevo sentimiento de la infancia comenzó a imponer prácticas
de crianza tendientes a preservar la moralidad del niño,
mediante la educación, las prohibiciones y el uso de la razón.
La crianza se convirtió entonces en educación de los
niños y la institución escolar se volvió el
espacio para criar, lo que implicaba cuidar el alma (moralizar,
prohibir y culpar mediante el catecismo) y cuidar el cuerpo (fomentando
la higiene y la cultura física). Ello dio lugar a la profusión
de instituciones educativas, colegios y escuelas elementales, fundadas
bajo la protección de la Santa Infancia, cuyos principios
disciplinares para una correcta crianza eran: no dejar nunca a los
niños solos; evitar mimarlos y acostumbrarlos a una severidad
precoz; prohibir que niños pequeños de sexo diferente
durmieran en la misma cama; prohibirles asistir a espectáculos
despreciables como las comedias, los bailes, los malabaristas ó
saltimbanquis, permitiendo sólo los juegos educativos; no
dejarlos en compañía de los sirvientes; prohibir a
los criados toda familiaridad con los niños, sin exceptuar
a los clérigos y el personal de la iglesia; acabar con la
antigua familiaridad del tuteo y sustituirla por una mayor reserva
de los modales y del lenguaje en la vida cotidiana; y finalmente,
no adaptarse nunca al lenguaje infantil, por el contrario, hablarles
siempre razonablemente.
El significado moralista de la infancia, dio pie a la formación
de otro sentimiento en el que el cariño por los niños
ya no se expresaba a través del mimoseo (aparecido en el
ámbito familiar), sino por el interés psicológico
y la preocupación moral hacia ellos (procedente de eclesiásticos,
legistas y moralistas). Los padres, al limitar el mimoseo como forma
de crianza, pasaron a ser reglamentadores y vigilantes de la moral
de sus hijos y comenzaron a relacionarse científicamente
con ellos desde un interés psicológico.
En el siglo XXI, en que se impone un significado mercantilista de
la crianza, el cariño por los niños se expresa comprándoles
cosas; al menos así lo deja ver un anuncio de pañales
Pampers Premium® que dice “Va a ser bebé tan poquito
tiempo, que cómo no voy a consentirlo con lo mejor”.
Durante el feudalismo, la crianza se daba en agrupaciones multifamiliares,
que producían y distribuían colectivamente trabajando
en el mismo sitio, lo que implicaba relaciones afectivas estrechas.
Al cambiar hacia el sistema industrial, la familia se transformó
en nuclear y adquirió un nuevo sentido, pues la función
de esta nueva institución familiar fue conservar las costumbres
morales y mantener el orden social, ya que por su relativa inmovilidad
introdujo una permanencia, factor de regulación de la conducta,
de formación del carácter y de reproducción
de individuos parecidos a sus padres. El trabajo ya no unía
a la familia, además, el Estado se hacía cargo de
la crianza entendida como educación, mediante escuelas de
corte fabril, con un programa encubierto para preparar obreros,
a través de horarios y trabajo repetitivo y mecánico.
Por entonces, apareció la Corporación (empresa propiedad
de varios con inversión limitada) como una institución
inmortal porque sobrevivía a sus fundadores en tanto sus
hijos la heredaban. Esto no sólo amplió el control
social del capital, sino que volvió mercantil el sentido
de la familia.
La
crianza en el Sistema Biopolítico.
Desde Platón (428-348 a.C.) ha existido una reflexión
pedagógica ligada a la reproducción del Estado. En
La República, plantea a la educación como lo que media
entre el hombre justo y su reverso: el tirano, que sucumbe al desorden,
por lo que la Paideia fue una teoría de la doma de aristócratas,
que permitió a la élite filosófico-militar
encargarse de la crianza, para convertir al
Continua... |
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