ENERO- JUNIO DE 2005
 
   
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“bienpensantes”.
Este nuevo sentimiento de la infancia comenzó a imponer prácticas de crianza tendientes a preservar la moralidad del niño, mediante la educación, las prohibiciones y el uso de la razón. La crianza se convirtió entonces en educación de los niños y la institución escolar se volvió el espacio para criar, lo que implicaba cuidar el alma (moralizar, prohibir y culpar mediante el catecismo) y cuidar el cuerpo (fomentando la higiene y la cultura física). Ello dio lugar a la profusión de instituciones educativas, colegios y escuelas elementales, fundadas bajo la protección de la Santa Infancia, cuyos principios disciplinares para una correcta crianza eran: no dejar nunca a los niños solos; evitar mimarlos y acostumbrarlos a una severidad precoz; prohibir que niños pequeños de sexo diferente durmieran en la misma cama; prohibirles asistir a espectáculos despreciables como las comedias, los bailes, los malabaristas ó saltimbanquis, permitiendo sólo los juegos educativos; no dejarlos en compañía de los sirvientes; prohibir a los criados toda familiaridad con los niños, sin exceptuar a los clérigos y el personal de la iglesia; acabar con la antigua familiaridad del tuteo y sustituirla por una mayor reserva de los modales y del lenguaje en la vida cotidiana; y finalmente, no adaptarse nunca al lenguaje infantil, por el contrario, hablarles siempre razonablemente.

El significado moralista de la infancia, dio pie a la formación de otro sentimiento en el que el cariño por los niños ya no se expresaba a través del mimoseo (aparecido en el ámbito familiar), sino por el interés psicológico y la preocupación moral hacia ellos (procedente de eclesiásticos, legistas y moralistas). Los padres, al limitar el mimoseo como forma de crianza, pasaron a ser reglamentadores y vigilantes de la moral de sus hijos y comenzaron a relacionarse científicamente con ellos desde un interés
psicológico. En el siglo XXI, en que se impone un significado mercantilista de la crianza, el cariño por los niños se expresa comprándoles cosas; al menos así lo deja ver un anuncio de pañales Pampers Premium® que dice “Va a ser bebé tan poquito tiempo, que cómo no voy a consentirlo con lo mejor”.

Durante el feudalismo, la crianza se daba en agrupaciones multifamiliares, que producían y distribuían colectivamente trabajando en el mismo sitio, lo que implicaba relaciones afectivas estrechas. Al cambiar hacia el sistema industrial, la familia se transformó en nuclear y adquirió un nuevo sentido, pues la función de esta nueva institución familiar fue conservar las costumbres morales y mantener el orden social, ya que por su relativa inmovilidad introdujo una permanencia, factor de regulación de la conducta, de formación del carácter y de reproducción de individuos parecidos a sus padres. El trabajo ya no unía a la familia, además, el Estado se hacía cargo de la crianza entendida como educación, mediante escuelas de corte fabril, con un programa encubierto para preparar obreros, a través de horarios y trabajo repetitivo y mecánico. Por entonces, apareció la Corporación (empresa propiedad de varios con inversión limitada) como una institución inmortal porque sobrevivía a sus fundadores en tanto sus hijos la heredaban. Esto no sólo amplió el control social del capital, sino que volvió mercantil el sentido de la familia.

La crianza en el Sistema Biopolítico.
Desde Platón (428-348 a.C.) ha existido una reflexión pedagógica ligada a la reproducción del Estado. En La República, plantea a la educación como lo que media entre el hombre justo y su reverso: el tirano, que sucumbe al desorden, por lo que la Paideia fue una teoría de la doma de aristócratas, que permitió a la élite filosófico-militar encargarse de la crianza, para convertir al

 

Continua...