Sistemas
complejos: un sistema complejo es aquel que está formado
por un gran número de elementos que interactúan entre sí
de varias formas y en el cual las intervenciones humanas no son siempre
de la misma magnitud ni dirección; el sistema, al ser adaptativo,
contempla la posibilidad de que cambien con el tiempo la intensidad y
las relaciones de los componentes que lo integran. El sistema incluso
llega a admitir nuevos elementos y a perder elementos originales (Vriend
1994). Es importante señalar que el análisis de los sistemas
complejos se vuelve cada vez más común en el estudio de
biología de la conservación, dadas las acciones y los impactos
del hombre sobre los ecosistemas naturales, desencadenando planes de manejo
no siempre acordes con las necesidades de todos los grupos sociales que
utilizan los recursos, lo que origina nuevos y diversos conflictos (Gutiérrez-Yurrita
2004).
Sistemas termodinámicos no equilibrados y sistemas holárquicos
abiertos de auto-organización: ambos modelos descansan
sobre las mismas bases, y hacen referencia a que su comportamiento coherente
espontáneo y su organización ocurren en sistemas abiertos,
como podría ser un ecosistema con alto grado de intervención
humana (Kay y col. 1999). La clave, según Kay y colaboradores (1999),
para entender los fenómenos que ocurren en la naturaleza, es entender
la forma en la cual un sistema abierto administra la calidad de su flujo
de energía (exergía), así como su espiral de funcionamiento.
Estos sistemas se auto-organizan periódicamente para responder
a los cambios (lentos, pero progresivos, o catastróficos) con un
comportamiento nuevo, pero coherente con las nuevas condiciones, para
mantenerse estables hasta alcanzar el umbral en el cual podría
acontecer otra catástrofe o perturbación. Por ejemplo, un
ecosistema boscoso puede acumular progresivamente hojarasca en el suelo,
y mantenerse estable, hasta llegar el momento en el cual un incendio sea
de tan grande magnitud que pueda destruir la mayor parte de los árboles
viejos y permita el establecimiento de nuevas plantas, etc. En este punto
es interesante decir que esta teoría no asume que deba haber en
la naturaleza estados de sucesión o ferales para conducir al ecosistema,
en términos de estructura y función, a una situación
clímax; sólo hay diferentes momentos de equilibrio en el
ecosistema, los cuales presentan cambios graduales, que a la postre, pueden
desencadenar, con un pequeño cambio o alteración, un estado
totalmente diferente al pre-existente.
Así, la teoría de las catástrofes asociada a los
problemas ecológicos o de manejo de recursos bióticos, tiene
como finalidad conocer y explicar las discontinuidades en el comportamiento
y evolución de los sistemas naturales, para lo cual se fundamenta
en dos principios: 1) el principio de equilibrio o estabilidad y, 2) el
principio del cambio cualitativo o discontinuidad. El primero se refiere
a un sistema que permanece estable aunque registre cambios; mientras que
el segundo aparece cuando lo que son simples cambios cuantitativos transforman
al sistema internamente de modo radical en una nueva situación;
modifica, a su vez, la situación de estabilidad y equilibrio interna
del sistema, instaurando una nueva. La figura clásica de la teoría
de catástrofes se muestra en el ejemplo de la Figura 3. Esta figura
muestra cómo se relaciona la densidad de individuos en una población
en función de la edad de los individuos; en la figura de la derecha
puede verse que los cambios lentos corren a lo largo de la línea
gruesa (paralelos al eje de las abscisas), hasta un punto en el cual el
modelo brinca de la línea inferior a la superior; los cambios rápidos
corren de forma paralela al eje de las ordenadas.

Figura
3. Esquema teórico de cómo puede aplicarse la teoría
de catástrofes a un problema ecológico como es la relación
entre densidad de individuos y la edad de los mismos. La densidad actúa
como variable de cambio rápido, mientras que la edad actúa
como variable de cambio lento. La gráfica de la izquierda muestra
la relación entre densidad (N) y varias edades (A). La gráfica
de derecha muestra los puntos de equilibrio (cuando dN/dA=0); si 40<A<74,entonces
hay dos equilibrios estables separados por un equilibrio inestable (Tomado
de Thom 1993).
3.
Incertidumbre y Conflictos
Como
la comprensión del medio natural que tenemos está limitada,
la gestión ambiental requiere que se tomen decisiones con alto
grado de incertidumbre, que pueden acarrear conflictos. Mitchell (1999)
distingue cuatro tipos de incertidumbre:
-
Riesgo: se conocen las probabilidades de caer en un
error.
- Incertidumbre:
no se conocen las probabilidades de incurrir en error.
- Ignorancia:
no se conoce lo que debería- mos saber (a veces se asocia la
ignorancia con el azar o con modelos estocásticos)
- Indeterminación:
Las cadenas o redes causales son abiertas, la comprensión no
es posible. Así, la rapidez con la que cambian las cosas, el
alto nivel de incertidumbre y la inmensa complejidad de los sistemas,
invalidan la gestión ambiental basada en sistemas naturales,
centrándola en comportamiento humano bajo un referente espacial
con recursos limitados -un lugar determinado con cultura y administración
pública particulares-, de tal forma que los conflictos surgen
por:
- el
control de un recurso escaso y su forma de gestión;
- diferencias
de entendimiento y conocimiento entre los tomadores de decisiones,
la sociedad que usa los recursos y la que recibe los productos;
-
diferencias de valores y percepciones sobre el recurso entre quienes
tienen acceso a él, los que buscan cómo utilizarlo
o beneficiarse de sus atributos y los que lo gestionan y limitan
su acceso;
- diferencias
en la distribución de beneficios y costos y de acceso al
recurso;
-
diferencias
por personalidad o circunstancias que rodean a las partes interesadas.
En la Figura 4, se observan algunos tipos de conflictos que pueden
surgir en un referente espacial urbano cuando
se encuentra en disputa el establecimiento de áreas naturales
con fines de conservación, generación de servicios
ambientales o recreativos.
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