Las entrevistas que se van teniendo con los integrantes de la familia, en principio con aquél que formula la demanda, crean la condición, para que aquél que formula la demanda para un tercero, sabemos que puede advenir analizante. De ahí que en muchas ocasiones, se inicie un trabajo de análisis con aquél o aquellos que están concernidos por el problema que manifiestan en su demanda.

Gabriel Pulice2 habrá de comentar, que en la función que tiene el acompañante terapéutico de ser un agente resocializador, sucede que al intentar mantener o reanudar el lazo social del enfermo, la familia puede interferir dicha reanudación del lazo social, pues puede haber algunos integrantes que estén sumamente interesados, en que se mantenga la locura del que ha hecho pública la misma, sin embargo, me parece importante señalar, estableciendo un matiz de diferencia con el autor, que no es que se pueda decir en lo general que el enfermo es el síntoma de la familia, pues es también hablar en la generalidad decir que la familia es la enferma. Se trata más bien de localizar con quién o quienes, está haciendo una locura compartida, y localizar qué integrantes de la familia de una misma o diferente generación, participan de esa locura.

Hay que tener presente entonces, la alta incidencia de locura compartida, pues se sabe que cuando hay un loco, en rigor tienden a existir al menos tres que pueden pertenecer a la misma generación o a otras, al interior de esa familia, teniendo como consecuencia desplegado ante nosotros, un “linaje” respecto de la locura que en ese momento se muestra.

Uno se encuentra frente a lo que se podría llamar un contexto psicótico, en el que lo que no dice uno de los integrantes de la familia, lo dice el otro.

Pues como llegó a señalar Françoise Davoine (psicoanalista con años de experiencia en intervenir psicoanalíticamente en un hospital psiquiátrico de Francia) en un Seminario titulado: Locura y Lazo Social. Organizado por la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, en la ciudad de México en 1994, la locura no es jamás un asunto individual, cuando un paciente psicótico entra en crisis, él habla en nombre de todos los suyos. Y los suyos pueden ser dos o tres miembros de su familia, puede ser todo su linaje en tres o cuatro generaciones, puede ser su ciudad o su nación entera.

Comentaba Davoine en ese Seminario, que no se trata de una herencia biológica de la locura, sino de lo ausente en el discurso por generaciones, pues es el psicótico el que designa un vacío, en representación de varias generaciones. En este caso se refería sobre todo a los casos, en donde se ha producido un acontecimiento o varios, en donde ya la palabra no permite decir, o cuando la palabra no permite recordar algo o también cuando no permite olvidar. De pronto ni pasado, ni presente, ni futuro puede estar ahí, no habiendo entonces palabras para nombrar esas circunstancias. Por ello se comenta que el psicótico no tiene ningún déficit, más bien tiene un exceso, pues le han adjudicado una carga a través de las generaciones. Para ilustrar este punto, puedo intentar reconstruir una escena que seguramente más de una persona vivió, cuando aconteció un sismo en el año de 1985 en la ciudad de México, en donde uno de los edificios completamente habitado se derrumbó, en torno a donde también se produjo una masacre en el año de 1968, que fue la masacre producida en la zona de Tlatelolco en la Ciudad de México, cuando el ejército masacró a muchos estudiantes que estaban ahí reunidos en una manifestación.

(Cabe mencionar que no pensaba hacer referencia a la masacre de Tlatelolco, empero, es una imagen que se me impone justamente por el carácter de lo que quiero ilustrar). Pues bien, decía que si recreo la escena del momento en que ocurrió el sismo, aproximadamente a las 7:35 de la mañana y coloco en esa escena a un hombre que se encuentra a unos cincuenta metros después de haber abandonado el edificio donde vivía, y voltea a ver como se derrumba dicho edificio quedando sepultada en ese momento su familia, es una escena para la que se podría decir, que no puede haber palabras que puedan alcanzar a nombrar todo lo que ahí ha sucedido para quien ha tenido ese tipo de visión catastrófica; qué procesamiento puede haber de ello. De ahí que uno pueda entender la formulación de Lacan de aquello que queda en el real y que puede retornar en forma alucinatoria, pues hay momentos de desastre que son enloquecedores.


Cabe señalar que en mi experiencia, he encontrado como integrantes de esas familias que formulan una demanda de atención para uno de los suyos, a personas con formación (teniendo en cuenta la dificultad que implica utilizar este término en psicoanálisis) en psicoanálisis o en alguna práctica psicológica, lo que ha redundado, en una condición favorable para intervenir, esto es, ha habido la coincidencia de contar con una hermana o una tía, un primo o amigo que siendo tolerado por el enfermo, pueda recurrir a dicha persona para iniciar la estrategia de tratamiento. Cabe mencionar que sólo recurro a estas personas, durante el tiempo en que no permiten poder incluirme directamente en la atención y poder así incluir a mi equipo, esto es, personas a las que he capacitado en el ejercicio de la función de acompañante terapéutico. En ocasiones, puedo trabajar con uno o dos acompañantes terapéuticos y en forma paralela, el integrante de la familia que inició el trabajo para que se diese la condición de armar una estrategia de tratamiento.

Cuando trabajo bajo estas circunstancias, estoy advertido de que el discurso y la mirada que se hace sobre el enfermo pasa por el tamiz de quien está haciendo presencia con él, y ante ello toda palabra pronunciada, todo indicio, movimiento, ocurrencias, la forma de mirar el contexto de quien en ese momento hace la función de acompañante, son para mi el medio para intervenir. El encuentro que se inicia con ese familiar, toma el carácter de una capacitación urgente, urgente por la necesidad inmediata de contar con alguien que me permita intervenir y también en su acepción de ser una situación de urgencia, pues ya sabemos que además, cuando un miembro de la familia formula una demanda para la atención de uno de los integrantes, esta demanda se efectúa la mayor parte de las veces, cuando han dejado ya que las aguas se encuentren fuera de su nivel.

Un aspecto en el que siempre insisto no sólo con el miembro de la familia que puede participar como acompañante, sino también con las personas que trabajo en el ejercicio de esa función, es el de transmitirles el papel crucial que en ese momento están desempeñando para el enfermo, les señalo que esa función es tanto o más importante en ese momento que la que yo pueda tener. Y señalo esto, porque pueden pensar que el hecho de acercarse al enfermo y platicar con él, o bien invitarlo a salir o realizar una actividad deportiva o de recreación puede ser algo nimio en la que únicamente están perdiendo el tiempo. Pero les insisto que el sólo hecho de que pueda haber alguien que mire a esa persona sin temor, sin burla, sin menosprecio o enfado, esa mirada y la presencia que logren tener, es ya sumamente importante para el enfermo. Pues sabemos que no es cualquier cosa detenerse y querer escuchar a la locura cuando ella habla, entendiendo la locura como un tipo de discurso, un tipo de discurso que además pasa a ser público.

 


2 (Pulice y Rossi 1997:25-26).
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