Con todo ello es un poco difícil dar respuesta a la pregunta. Querétaro se ha caracterizado por ser una de las ciudades con gran presencia católica en el país, lo cual la distingue como objetiva, conservadora y negada al cambio (Santana, 1990: 25). Históricamente es también un sitio con poco contacto al exterior, salvo dentro de la región en las que se ubica: el sur del Bajío (zona alimentaria y textil) y el sur de la zona centro-norte de pastoreo trashumante (obviamente dedicado a la ganadería menor) donde tradicionalmente ha sido una ciudad de importancia, al grado que se ha recreado a sí misma, no ha tenido que copiar un modelo, por el contrario el resto de poblaciones ha querido emularla. Esto dio por resultado que lo local fuera siempre importante (aún cuando la ciudad de México invariablemente fue admirada por ser la gran ciudad capital del país y concentradora de decisiones, estilos y novedades) y que en lo general su población se mostrara muy integrada a una forma de vida acogedora. La muestra de esa aceptación es la imagen de tranquilidad general y la escasa presencia de conflictos sociales y políticos en la que se han visto inmersos sus habitantes.
Obviamente nos referimos en el párrafo anterior a un Querétaro pequeño y controlable, muy diferente de lo que señalamos en el primer párrafo, toda una metrópoli con problemas de gran magnitud a resolver: planeación urbana, distribución de servicios, seguridad, vialidades, empleo, educación universitaria, etc., sin descontar los relativos a cuestiones políticas como plantones y marchas. ¿En qué momento Querétaro dejó de ser la ciudad apacible y superprotegida por su propia población? La era de desarrollo industrial mostró lo que era capaz de hacer. La ciudad pasó un largo tránsito con la intención de modernizarse porque el crecimiento industrial fue ampliando el comportamiento de los queretanos en cuanto a hábitos, costumbres y formas de pensar por casi cuatro décadas, pero aún así no lo había modificado o al menos no había logrado imponer otro que le diera un sentido de gran urbe. Seguía imperando el pensamiento local con sus tradiciones de buenas costumbres, no en cuanto al sentido dinámico de heterogeneidad, masificación, anonimato que lo moderno exigía. Así que hasta inicios de la década pasada, la última del milenio, la apariencia de ciudad tranquila y conservadora persistió (La queretanidad, 1994: 28), aún con los cambios evidentes que ya se presentaban.

La modernidad.

¿En qué momento y cómo se modernizó Querétaro? Los distintos autores clásicos de las ciencias sociales asocian la modernización a la implementación del sistema capitalista, obviamente porque tanto ellos como las ciencias sociales mismas, surgen como modelos de explicación de la sociedad en la que viven, así que realmente no se dedican a explicar como surge lo moderno, sino como se expresa en sus sociedades que les da la calidad de modernas. Habermas señala que el desarrollo de la ciencia y no el progreso ni la técnica forjaron otra idea de modernidad en el siglo XX, “la idea de ser “ moderno” a través de una relación renovada con los clásicos, cambió a partir de la confianza, inspirada en la ciencia, en un progreso infinito del conocimiento y en un infinito mejoramiento social y moral. Surgió así una nueva forma de la conciencia moderna” (Habermas, 1989: 132).

Modernidad se entiende como algo nuevo, básicamente porque durante el siglo XIX, cuando se divulga este término, se tiene la intención de experimentar como una vía para progresar. En el arte tiene fuerte aceptación y algunos autores como Baudelaire y Rimbaud expresan la idea de ser absolutamente modernos, es decir, de no dar un paso atrás, de atreverse a ir hacia adelante para encontrar algo, en lugar de protegerse en lo existente para repetir lo ordinario. No obstante, la idea de modernidad sobrepasó al arte y se insertó como una forma de ruptura entre un modo de vida y una forma de organización social que surgieron en Europa a partir del siglo XVII y se difundieron desde la época de la Ilustración.
Parece ser que el empleo de la palabra moderno procede desde el siglo X (Revueltas, 1992: 9), que se empleaba en las polémicas filosófico religiosas, tanto para denotar apertura y libertad de espíritu, al aceptar nuevos descubrimientos e ideas recientemente formuladas, como para denotar ligereza y gusto por cambiar las cosas materiales. Es a partir del siglo XIX que se utilizó para distinguir la antitésis entre feudalismo y capitalismo, entre sociedades rurales y urbanas y, finalmente entre lo tradicional y lo moderno. Es por ello que la noción más simple y ampliamente aceptada asocia modernidad con un período de tiempo y una localización geográfica concreta.


Más el hecho de especificar una época y un lugar, no es lo importante de la modernidad, sino las determinantes que trae consigo el hecho de explicar las razones por las cuales se generaron esos cambios y como se realizaron, es decir, las consecuencias que encarna la transformación de las sociedades. En ese sentido recuperaremos a un autor que expresó con dedicación su interpretación de la modernidad, fue Max Weber, sociólogo alemán, del siglo XIX. El hecho de que recuperemos aquí a este autor, no quiere decir que sea el gran escritor sobre modernidad, probablemente hasta esté lejos de ello, pero si es muy representativo en cuanto a cómo actuó el hombre para transformar su sociedad y pasar de una etapa precapitalista a una moderna. Lo que aquí intentamos es simplemente un ejercicio en el que combinamos a un autor clásico con lo sucedido en Querétaro, pero ya habrá espacio para un análisis más amplio.
Weber está inmerso en la sociedad capitalista de franco apogeo, la del desarrollo industrial e imperialista de fines del siglo XIX. Weber hace un análisis de la forma en la cual el capitalismo se expandió concentrando los principios de la acumulación, independientemente de las necesidades humanas. Para él, el capitalismo era un elemento de modernidad porque incluía una forma de actuar racional, en contraposición a acciones emocionales y tradicionales. Conjunta conocimientos y acción. La modernidad se opone a las tradiciones porque sus acciones se apoyan en el conocimiento de las ciencias y las técnicas en lugar de la organización del trabajo, por lo que remiten a un entorno individual en vez de uno colectivo.

Lo racional como elemento de la modernidad.

Max Weber le da un enorme peso a la realidad empírica. Lo que quiere decir que para el entendimiento de los hombres la realidad es inconmensurable (Weber, 1988: 14), de suerte que nunca se termina de explorar los acontecimientos ni las variaciones que les suceden y por lo tanto resulta imposible describir la más pequeña parcela de lo real, ya que además genera más consecuencias en el momento de actuar, así todo conocimiento exige otros conocimientos y toda acción otras acciones. Esa realidad infinita expresa las enormes posibilidades de crear y construir el conocimiento, impulsado por la técnica que mueve al progreso, lo cual es admirable, pero a la vez incontrolable por la misma sociedad. Tiene que existir un Estado autoritario,

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